jueves, 5 de febrero de 2015

La higuera




Esta anécdota, según me contaban, es auténtica y sucedió en la Masía de Teulada. Evidentemente, los nombres son falsos, hoy carecen de importancia.



Como todos sabéis, de siempre, uno de los mayores atractivos de la Masía ha sido los grupos de niños que se formaban y la relativa gran libertad de que poseían, por este motivo cada verano se producían varios "accidentes".



Este que voy a contar ocurrió hace mucho tiempo, a mediados del siglo XX, entonces vivía un niño llamado Segismundo (muy conocido por aquellos lares), tenía una madre muy celosa, muy preocupada de él y un extenso harén de tías "desafortunadamente" solteras, que lo llevaban impecable, hecho un auténtico pimpollo. Como muchos niños hiperprotegi demás. Siempre iba vestido con unos delantales totalmente impecables.



Tenía un enemigo, Ricardo, perteneciente a una extensa familia y que tenía que compartir las atenciones de su madre con sus hermanos se trataba de un auténtico héroe, era ágil, atrevido, fuerte... el primero en saltar un ribazo o subir como una ardilla a los árboles. Por contra, a Ricardo, la ropa no le duraba limpia más de cinco minutos y las piernas las llevaba acorazadas con una capa de costras.



Un día ambos amigos salieron de "aventuras" por los campos de los alrededores. Después de un rato se sentaron al pie de una gran higuera. Como la mayoría de los niños Segismundo y Ricardo eran golosos y les apeteció probar unas brevas. Como suele pasar en las cercanías de sitios habitados, las que más al alcance de la mano estaban ya habían encontrado su boca correspondiente.



Pero ni corto ni perezoso Ricardo decidió hacer uso de sus cualidades atléticas y, como si de un gato se tratara, trepo por el tronco y se encaramo a las ramas superiores. Una vez alcanzada la copa con los apetitosos frutos grito desde arriba a su compañero:



- Segismundo, ponte bajo y extiende el delantal, que te voy a tirar los higos.

- Vale, ya estoy - le contesto el amigo

- Un poco más a la derecha... Ahí, no te muevas... pero no te los comas hasta que bajé.

- Bien



Momentos después, los deseados frutos caen sobre el limpio delantal de Segismundo. Y este... se echa a llorar entre gritos...



- Pero... si no son higos... son mierdas.

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